lunes, 27 de febrero de 2017

Días 9 y 10. Segunda parte. Marruecos 2016.

   Tras el tiempo de disfrutar de la piscina, el té y el sol...Nos tocó cambiarnos e ir a recorrer el desierto.

   Ilusionadas nos pusimos los turbantes con la técnica bereber que nos enseñaban. O que a alguna ya nos habían explicado los días anteriores. Aún así, nuestros turbantes parecían de juguete al lado de aquellas inmensidades que llevaban algunos de los chicos que nos acompañaban. Se reían un poco de ello, y también de nuestro respeto a subirnos a aquellos dromedarios que nos llevarían a través de las dunas. Aunque no todas las chicas quisieron subirse; también por respeto al animal.

   Realmente los chicos iban andando al lado de los dromedarios a paso tranquilo, con lo que todas podríamos haber caminado. Eso sí, fue una caminata larga y a duras penas llegamos con algo de luz a las jaimas. El caminar por el desierto no hubiera sido fácil; es cansado y lento. Pero a juzgar por el aspecto de los animales, en comparación con algún otro grupo que nos cruzamos (al día siguiente a la vuelta), parecían bien cuidados.

   El camino fue espectacular. El aire caliente, el atardecer entre dunas, el silencio que solo dejaba pasar el ruido del viento... Los chicos nos animaban el camino hablando de sus vidas. Personas que en nuestra cultura pensaríamos que son muy distintas. Pero no lo eran tanto en realidad.

   Hablando de la carrera que uno se había sacado, que el otro dejó el colegio muy temprano, el otro había viajado a España, mientras otro no se había movido demasiado del lugar. Pero todos ellos con una variedad de idiomas espectacular. A partir de trabajar de cara al público hablaban a la perfección, entre otros idiomas, el castellano; sabiendo diferenciar y recrear los diferentes acentos según la zona, e incluso hablaron catalán. Aluciné.

   Pero más increíble me pareció aún la filosofía que todos ellos compartían. Hablaron de la búsqueda de la felicidad. Punto de vista que estuve totalmente de acuerdo con ellos. Pero que, como ellos decían, a veces en la cultura más europea no se encontraba. Hablaban de que eran felices con aquello que tenían. Que si luego podían llegar a conseguir más cosas mejor que mejor. Pero que lo primordial para ellos era apreciar aquello que tenían delante, y a partir de disfrutar de las cosas más simples y sencillas se podía ser feliz. Y si uno quería, crecer.

   A veces en nuestra cultura parece que nos enfocamos demasiado en luchar por unos objetivos, encontrar nuestras metas, nuestros sueños. Y nos olvidamos del presente, de lo que estamos viviendo y de lo que tenemos. A veces se oye el sonido de fondo de esta ideologia simple y optimista en las redes sociales, pero ¿cuanta gente actúa luego con ella al dejar el móvil a un lado después de haberle dado "like" a esa publicación? ¿cuanta gente luego está más preocupada en resolver los problemas en los que nos sumerge esta sociedad, que en apreciar cada detalle que envuelve nuestras vidas?

   Y allí; entre pensamientos filosóficos, andares tranquilos, puestas de sol, dunas que parecían un mar liso, suave y sin movimiento... Se puso el sol. Y llegamos a nuestro destino.