viernes, 15 de mayo de 2015

Siempre.

Relato breve.

   
   Dicen que la gente le tiene miedo a la muerte. Pero, sinceramente, yo no me lo creo. Se puede llegar a tener miedo a sufrir, tanto física como psicológicamente. Aunque con todo lo que pasamos a lo largo de la vida, ¿Qué más dará padecer un poco en la muerte?

   Personalmente, yo siento más intriga que miedo. El preguntarse qué hay después de todo esto, puede ser un gran enigma. ¿Todo es un sueño? ¿El cielo y el infierno? ¿No hay nada?

   Si os digo la verdad, creo que lo peor que nos podemos encontrar tras fallecer es otra vida, otra vida al menos como la mía. Empecemos por el principio:

   Nací en una familia corriente en medio de la gran ciudad. Sin grandes problemas ni grandes decepciones. Fui creciendo. Siempre con el amor de mi familia, conociendo a miles de personas que hacían mi día a día más ameno, centrándome con facilidad en los estudios, posteriormente en el trabajo, etc.

   En fin, una vida que aparentemente no tiene ninguna complicación. Y con la cual, mucha gente debe soñar.

   Pero a mí no me gusta, es más, la odio. ¿Por qué? Porque a pesar de estar haciendo cosas con ella, no sé lo que hago. Porque a pesar de saber mi nombre, mi casa, mi trabajo, mi familia, mis amigos; no sé quién soy. Eso, señoras y señores, es lo peor que os puede llegar a pasar.

   Todos los conocimientos que tengo en mi cabeza; de ciencias, de letras, de lo más típico a lo más curioso, de lo más simple a lo más complejo… no me sirven de nada.

   Toda mi vida fue diseñada antes de que yo naciera, milímetro a milímetro, paso a paso. Solo dejaron para mí la acción de vivirla poco a poco. Pero eso sí, pude disfrutar de la máxima expresión de mis sentimientos: el amor.

   Supongo que esta sociedad se empeña tanto en encontrar el amor verdadero, perfecto, especial, mágico... O como le quieran llamar; porqué al fin y al cabo es de las pocas cosas que nos quedan.
   
   En cuanto a este, era una vida normal. Iban pasando personas por mi vida y yo soñaba con los cuentos de príncipes y princesas.

   Entonces, llegó él. Me hacía sentir tan bien que las horas desaparecían con su presencia, me hacia volar y tocar las nubes. Nos compenetrábamos como nadie. Nos apoyábamos. Nos discutíamos y reconciliábamos en segundos. Reíamos. Crecíamos. Aprendiendo el uno del otro. Pasábamos miles de noches en vela, el uno junto al otro. Era perfecto. Nuestro amor crecía día a día. Era especial. Nunca había imaginado poder querer a alguien así. Ni me puedo imaginar querer más que eso. Le amaba y él a mí.

   Aún no entiendo que pasó. Por qué todo cambió. Tampoco sé la fecha exacta. Era todo tan complejo y delicado… Ahora ya está todo claro, no hay vuelta a atrás.

   Llega cada día a casa malhumorado sin motivo aparente. Un portazo. Se me estremece todo el cuerpo y las cicatrices del día anterior se sienten con más intensidad. No quiero que me vuelva a pegar, no lo puedo soportar. Pero sin saber el porqué, ni cómo, lo soporto.

   Mientras, en mi interior, puedo notar como las heridas del corazón duelen más que cualquier golpe. Preguntándome a mi misma como he llegado a esta situación. ¿Por qué no me sigues llamando cariño? ¿Por qué yo, que era tu estrella, he dejado de brillar sin motivo? ¿Por qué no consigo derramar una sola lágrima? ¿Será que ya no me quedan más en mi interior porqué te las has quedado tu todas? No obtengo respuestas.

   Ya no me quieres. Y no consigo dejarte. No consigo dejarte porqué mi vida siempre ha sido fácil. Nunca me había enfrentado a cosas tan hermosas como tu vieja sonrisa que no logro encontrar. Nunca había tenido grandes problemas. Nunca había aprendido de errores, no había cometido muchos. Nunca había necesitado sacar fuerzas de mi interior para cambiar las cosas y empezar de cero.

   Como nunca lo hice, ahora tampoco puedo. Por eso, os dejo este consejo: equivocaros, fallar, cambiar, crecer, mejorar. Porqué sino, cuando necesitéis esas experiencias de verdad, no estarán allí para ayudaros.

   Y a ti, el amor de mi vida, espero que lleves el peso de mi muerte en la conciencia por siempre. No por venganza, sino para que aprendas. Aprende y olvida el intrigante motivo por el cual te volviste una pesadilla para mis días. Vuelve a vivir, sé que puedes.


   Con esta carta, dejo este mundo voluntariamente antes de que tú me lo arrebates cualquier día. Siempre te querré.

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