Andar por las calles de Sidi Addi
mientras todos los lugareños observan tu paso. Está claro que se nos ve a la
legua que no somos del lugar. Están todos a la sombra, esperando al rezo para
poder empezar a comer y beber. Son fechas de Ramadán y está atardeciendo.
Detrás nos siguen los niños y
niñas del pueblo. No van a poder entrar en la casa donde dormimos todas las
voluntarias (casualidad de que somos todas chicas), pero ellos nos siguen igualmente.
Ha sido muy bonito, la típica escena que te imaginas pero no te la crees cuando
la vives.
Hemos salido de la casa de voluntarios
y hemos dado un pequeño paseo hasta detenernos en una especie de plaza con un
cuadrado de tierra central. Los niños, unos pocos, nos han visto y se han
acercado de forma disimulada jugando con su pelota entre ellos. Nosotras hablábamos,
diciendo que queríamos jugar con ellos pero no nos atrevíamos por el calzado
que llevábamos y por su posible respuesta negativa. Así que decidimos probar a
jugar con nosotras al “escondite inglés”, y en poco se nos quedan mirando;
incluso aparecen más niños.
Poco se tarda en entablar conversación
con signos y con un poco de francés chapurreado de algún voluntario y de algún
niño. Empieza el juego. Hacer equipos. Reír. Chutar la pelota. Una comunicación
espectacular para no entendernos entre muchos. Y luego unos enseñando a otros,
y otros enseñando a unos; juegos típicos de palmas, canciones y saltos.
Felicidad en los niños y en las
voluntarias; sin empezar si quiera el verdadero voluntariado. Que poco
necesitamos para sonreír.
De hecho, este día ha sido de
adaptación. Por la mañana, nos enseñaron la escuela donde se llevarán a cabo 3
de los proyectos, y también el centro socio-sanitario donde se llevará a cabo
el proyecto de rehabilitación en el cual yo participo.
Luego dimos un paseo por un pueblo
más grande cerca del nuestro, por Azrou (donde se encuentra el centro
socio-sanitario). Observando todo tranquilo y sin gente. Con algún pequeño
establecimiento abierto, pero sin actividad alguna. Otra vez, peculiaridades de
venir en fechas de Ramadán.
Ahora, las compañeras, sentadas
en las literas superiores, leen a turnos un relato corto espectacular de un
libro que se han traído. Dejo de escribir, para escuchar.
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